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martes, 15 de enero de 2008

La Balsa Maulina que llegó a la Polinesia


En memoria de amigo Álvaro Barrios Molina, con quien conversamos esta historia en un otoño de Constitución.


Hace medio siglo, un francés de legendarias aventuras – Eric de Bisshop - logró construir una balsa en los astilleros de Constitución para intentar llegar a la Polinesia siguiendo las corrientes marinas. Quiso demostrar que los primitivos habitantes habrían hecho similar recorrido. Su hazaña es una de las más prodigiosas que guarda la memoria de nuestra región. El 8 de noviembre de 1956, un avezado navegante francés, Eric de Bisshop, queriendo emular los legendarios viajes del noruego Thor Heyerdahl, se lanzó al mar en Peppeete – en su balsa Tahití Nui – tratando de llegar a América arrastrado por las corrientes marinas. Su peligroso intento casi se va a pique en las cercanías de Juan Fernández. Allí fue avistado por la corbeta Baquedano, que lo remolcó hasta Valparaíso, arribando el 27 de mayo de 1957. Lo secundaba una escasa tripulación: los hermanos Alain y Michel Briun, Francis Cowan y el chileno Juan Bugueño. Cada uno de ellos cargaba con particulares historias en guerras y exploraciones. Bisshop, navegante de larga trayectoria en lides marinas – y que frisaba ya los sesenta años – sin desanimarse, decidió invertir parte de su fortuna, en la construcción de una balsa que, siguiendo la corriente de Humbolt, pudiera alcanzar a la Polinesia. En Chile fue recibido como héroe. Entrevistas, recepciones y hasta una ovación en el Estadio Nacional rubricaron su estadía en el país. Incluso publicó un libro con sus aventuras y teorías. Pero Bisshop no había desechado su idea. Su primer intento fue construir la embarcación en Valparaíso, pero alguien le sopló que los mejores astilleros de Chile eran de Constitución. Y hacia allá endilgó sus pasos. En el puerto maulino tuvo amplia acogida: el Alcalde Álvaro Barrios Aylwin hizo suya la soñadora esperanza del francés. Algo había, también, de navegante en su alma descendiente de viejos marinos ingleses. Su hijo Álvaro Barrios Molina ( recientemente fallecido) nos narró, en una mañana del otoño del 2005, la expectación que provocó la presencia del francés en el Maule. El municipio no tenía – como ahora – muchos recursos. Pero el Alcalde Barrios le regaló ochenta matas de ciprés de su campo. No eran medidas fáciles: la longitud oscilaba entre los 14 metros de largo de 14 y 20 pulgadas. Los socios de Rotary local aportaron con otros elementos. La Embajada Francesa se hizo parte también en el proyecto. Los astilleros de los hermanos Adolfo, Enrique y Gabriel Muñoz hicieron suyo el desafío de construir la embarcación. Poco a poco crecía la adhesión a la romántica hazaña. Se ubicó un sitio en la casa de veraneo de Gabrielle Robin Consytance, donde se inició la obra. Tarea nada fácil: Bisshop impidió el uso de herramientas modernas: ni sierras o serruchos. Solo rudimentarias hachas. Tampoco se utilizaron clavos: las vigas eran trabadas o ensambladas con tarugos de la misma madera. El trabajo fue, por esto, extremadamente laborioso. Entretanto, surgió en la vida de Bisshop un romance: no era la viuda de Blasco Ibáñez, como han referido algunos cronistas de la época, sino que doña María Correa Pereira, viuda, escritora, de ideas avanzadas y que había representado a Chile en congresos americanos. Mujer de fortuna – era dueña de unas opulentas viñas en Curicó – fue el apoyo sentimental del francés, ambos ya en el otoño de sus vidas. La prensa del país, que seguía con expectación aquellos avatares, elucubraba que Bisshop, una vez cumplida su travesía, volvería a Constitución, a radicarse y contraer matrimonio con doña María. El día de la tradicional botadura de la nave, de doce metros, se especulaba – incluso - si ésta flotaría. Álvaro Barrios Molina recuerda hoy la inmensa cantidad de gente que llegó a Constitución en ese febrero. Desde luego, periodistas, reporteros y curiosos. El cineasta Kramanrenko fue encargado por una empresa norteamericana para filmar los pormenores del acontecimiento. Cada casa del balneario tenía un promedio de tres huéspedes. Los hoteles estaban llenos. Pero la Tahití Nui II, como fue bautizada, - mediante el rompimiento de la tradicional botella de champagne que realizó doña María Correa – flotó y lo hizo bien. Bisshop, no obstante, se resistía tercamente a cualquier modernidad, pero la gobernación de puerto le obligó a instalar un radiotransmisor. El día del zarpe, el 15 de febrero de 1958 ocurrió un hecho insólito: la balsa esta semihundida sobre la línea de flotación. Una rápida inspección descubrió la causa: doña María Correa, durante la noche, había cargado con botellas de vino la pequeña bodega de la Tahití Nui II. No había tiempo para vaciarla: la barra esta buena y ello podía cambiar en cualquier momento. Embajadores, cónsules, autoridades de todo nivel y pelaje estaban en la orilla del río para dar la partida. Ante una muchedumbre que colgaba desde el Mutrún y los techos de las casas, en medio de centenares de botes, la balsa fue remolcada por tres lanchas (una de ellas pilotada por Álvaro Barrios Molina) y llevada mar afuera. Sin embargo, la enamorada de Bisshop, doña María Correa no apareció en la hora de la partida. ¿No fue capaz de ver partir a su aventurero amor? Nada de eso. Cuando ya la enorme comitiva iba por el Maule rumbo al mar, “alguien” descubrió a doña María oculta entre las botellas de la estrecha bodega. Sin ningún miramiento – recuerda mi amigo Álvaro Barrios – fue sacada de la balsa y trasladada a un bote, que volvió con ella a la costa. Sería la última vez que vería a su capitán Bisshop. Tras grandes esfuerzos – que duraron todo el día – al fin se logró ubicar a la balsa en la corriente de Humbolt, iniciando la lenta navegación. La tripulación la integraban Juan Pellisier, oceanógrafo francés, Juan Fischer, ingeniero de minas, y el chileno Juan Bugueño, quien era el cocinero. Días después, la balsa recalaba en Valparaíso. Allí, algunos tambores hicieron más soportable la carga de las botellas. Poco después enfiló hacia el Callao y el 13 de abril de 1958, siguió al este, rumbo a la Polinesia. Si Heyerdahl naufragó en Raroia, logrando salvarse a nado, Bisshop fue arrastrado por la corriente ecuatorial sobre las islas Marquesas, destrozándose la balsa contra los requeríos el 1 de septiembre de 1958. Pese a su amplia experiencia marina, no sabía nadar y sus compañeros de aventuras no lograron auxiliarlo y murió ahogado.

Pero había cumplido su objetivo.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Don Jaime :
Usted no sabe la alegría que me produce en el corazon cada vez que leo alguno de sus articulos , sobre todo los relacionados con mi querido Villa Alegre , ojala pueda seguir viendo muchos mas , es la única forma de estar cerca de mi tierra que tanto añoro , usted no se puede imaginar cuanto deseo algún dia volver a ella antes que sea demasiado tarde para mi
Gracias una vez mas por llevarme por unos minutos al pasado

mentecato dijo...

Descubrí por azar este texto. Fue muy emocionante. Yo estuve en la botadura de la Tahiti Nui. Del Liceo íbamos a ver su paulatina construcción (incluso en sus maderos escribimos mensajes).

Desde la orilla del mar vimos desaparecer la balsa que navegaba hacia el infinito.

Quizá el corazón de muchos de los adolescentes de los 50 se iba en la balsa en una bellísima aventura...

Un abrazo.

Anónimo dijo...

maravilloso su articulo, tambien lo vivi en constitucion, yo vivia en la hosteria de constitucion.la inaguramos en 1963 con mi padre arturo FLORES mENDEZ, AMIGO DE aLVARO bARRIOS MOLINA , ROTARIO DE CORAZONM Y PADRINO MIO EN ROTARY CLUB CONSTITUCION
GRACIAS POR SU ARTICULO
JUAN CARLOS FLORES P.

Unknown dijo...

Hoy, 11 de Diciembre del 2020, estamos comentando con mis hermanos y cuñada; Ninetti, Alejandro y Ma. Eva (en la reunión virtual de los jueves), comentamos y recordamos esta tremenda hazaña. Estábamos toda la familia en la partida y mis hermanos se recuerdan muy bien de todos los detalles. Maravilloso recuerdo y estupendo reportaje.

Anónimo dijo...

Hoy, casualmente navegando en un Crucero con próximo destino Samoa después de haber estado en Hawái, me llega este lindo relato sobre la hazaña de De Bishop.
Mi familia con mi padre Alejandro Duque a la cabeza y 7 u 8 de los hermanos, salimos de nuestra casa ubicada al lado del “Muelle” de Constitución, en una lancha de madera con un motor Evinrude de 7 1/2 caballos de fuerza, a despedir a la balsa hacia la barra del Río. Ya muy cerca de la barra el motor se detuvo y no se pudo hacerlo funcionar nuevamente. La corriente nos hizo ir adentrándonos en el mar, sin poder remando volver hacia el Río.Pasamos un susto tremendo hasta que uno de los botes de pescadores que volvían desde el mar al Río, nos auxilio remolcándonos de vuelta hasta nuestra casa. Fue una aventura imborrable a mis 7 años con los que contaba ese día.
Que recuerdos me trajo este relato hoy!!
Eugenio Duque Casellas

Anónimo dijo...

Gracias por toda esa información muy interesante!!

Anónimo dijo...

Qué emocionante me resultó leer este artículo, cuando estaba chica mi familia me llevó a Constitución a conocer la fabricación de la balsa. Amablemente el navegante francés, nos explicaba lo que esperaba lograr con su viaje. Sentimos mucha pena cuando nos informamos de su trágico final. María Cristina.