(Lema episcopal del Cardenal)
La actividad se efectuo en la calle “Ricardo Silva”, frente a la cruz que recuerda la visita del Papa Juan Paulo II a Chile, ocasión en que se entregará la reparación de dicha vía, que recuerda al padre del ilustre Príncipe de
Cabe expresar que los antepasados del Cardenal son de Loncomilla, de donde era su tatarabuelo Feliciano Encinas de Tapia Andía. Un hijo de él, Francisco Encinas Echeverría, casó con Javiera Romero y la nieta de este enlace, Mercedes Henríquez Encina, desposó a su vez con don Ricardo Silva, natural de Colchagua, matrimonio del que nacieron 19 hijos, siendo uno de ellos, el futuro Cardenal.
Cabe expresar que el prelado fue distinguido como Hijo Ilustre de Villa Alegre en 1992 y una villa de esta comuna lleva su nombre desde hace ocho años. Su nacimiento en Talca es absolutamente accidental, por cuanto, su madre se trasladó a esa ciudad, sólo por seguridad médica, naciendo allí su hijo el 27 de septiembre de 1907, lo hizo bautizar al día siguiente y, el 29 estaba de vuelta en Loncomilla, donde el pequeño Raúl creció con sus hermanos, no olvidando nunca su tierra, el río Loncomilla, el Molino de su padre. Recuerdos que plasmó en sus Memorias, publicadas antes de su muerte.
Por su parte, el padre del Cardenal, Ricardo Silva Silva, fue uno de los impulsores de la fundación de la comuna, lo que logró tras grandes esfuerzos, por cuanto el municipio de San Javier opuso tenaz resistencia a la constitución del cuerpo edilicio villalegrino.
De igual forma, don Ricardo Silva contribuyó decisivamente a la creación de
EL CARDENAL SILVA Y VILLA ALEGRE
Durante años y hasta que su salud se lo permitió, el Cardenal Raúl Silva Henríquez visitó Villa Alegre. A veces se hospedaba en las casas – que habían sido de su familia – en el Colegio de los Sagrados Corazones o en la residencia parroquial de Villa Alegre, como huésped de su amigo, el Padre René Vio Valdivieso. Era común verlo pasear por las calles, hacer misa los sábados o departir con conocidos de su niñez. Más de una vez, en las conversaciones que sostuvo con Jaime Gonzàlez Colville, expresó sus deseos de descansar, después de sus días, en esta tierra, tan grata a sus afectos.
Fue un vecino más que disfrutaba de recorrer las calles sombreadas de naranjos, que estuvo atento a su devenir y en una de las últimas actividades de su longeva existencia, presidió la misa del Centenario de la fundación de la comuna, a la que su padre ayudó a dar vida legal.
Al fallecer, un ramo de flores de Villa Alegre presidió, junto a su urna, la misa solemne con que se despidieron sus restos en
VILLA ALEGRE, 27 de Septiembre de 2007.
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